El negocio cultural

Existen más de 250 definiciones de cultura con múltiples aplicaciones y en múltiples escenarios. Desde la cultura corporativa hasta la identidad del folclor nacionalista, pasando por las bellas artes hasta acciones complementarias como agricultura, piscicultura, entre mucho otros. Y cada una de las 250 es diferente y tiene sentido para quienes viven en ella.

Finalmente, cultura es la manera como las personas, de comunidades muy diversas han decidido vivir en el tiempo pasado y deciden vivir en el tiempo presente, sin que esto tenga un modelo, un método o un fin. Es decir, cultura es la vida misma, y en ella, todos cabemos.

Implica también que todos aquellos aspectos en los cuales se desarrollan las sociedades hacen parte de la cultura: políticos, económicos, sociales, tecnológicos, ecológicos, legales. Lo que llamamos matriz Pestel1. Cultura es entonces un concepto abarcante cuyas descripciones están sujetas a la posición de quién la observa. La cultura vista por un antropólogo estará muy lejana a la cultura vista por un físico teórico. La cultura que ven los gobiernos está radicalmente lejos de la cultura que ven los pobladores. La cultura que ve un economista no se parecerá en nada a la cultura que ve el artista. Lo realmente importante aquí es que todas las visiones caben porque en sí mismas, las diferencias y la diversidad de pensamiento que se dan en los múltiples escenarios sociales son parte de ese crisol que llamamos cultura.

Desde esta perspectiva, reflexionamos sobre cuatro elementos que son simultáneos y simbióticos en la estructura de cualquier análisis sobre la cultura: cultura es identidad, cultura es comportamiento, cultura son productos y artefactos y, cultura es expresión. Lo condicional de estos cuatro elementos es que realmente no son de fácil delimitación, pero cada uno tiene funciones y desarrollos diferentes.

El comportamiento

Tanto el individuo como los colectivos tienen rituales de conductas y actitudes que les son propios y característicos. Son maneras de actuar y de pensar frente a determinadas situaciones. Estos comportamientos son de origen social en una combinación denominada Psico-Antropológico. Es decir, según la psicología del desarrollo, los comportamientos son la suma de conductas aprendidas del entorno social, en todo el periodo de la vida de los sujetos. Entorno social que está constituido por modelos de pensamiento colectivo que subsisten en el tiempo. No olvidemos que la Psicología evolutiva agrega también el concepto de memoria genética que a su vez viene articulado con la idea de la Epigenética2 y que determina nuestra estructura de reacciones hormonales a lo cual llamamos “emocionalidad” y que son parte fundamental de nuestro comportamiento.

Ahora, como fruto de los análisis sociológicos y con base en Jung, las comunidades tienen comportamientos que les son distintivos, algunos de construcción consuetudinaria y otros que son el fruto de construcciones ideológicas artificiales, sean institucionales o sean de origen mercadológico. En este caso debemos entender la palabra comunidades como “subgrupos” o “tribus” que cohabitan en un mismo territorio3.

Identidad

Del concepto anterior proviene la identidad. En realidad, es una construcción bilateral. La identidad contribuye a determinar los comportamientos y los comportamientos le dan sustento a la identidad.

Ese ese conjunto de características que nos hacen únicos, a veces afines y a veces contestatarios y que nos permiten diferenciarnos y a la vez reconocernos como pertenecientes a un modelo de vida y de pensamiento, lo que nos da sentido y les da sentido a nuestras actuaciones.

De acuerdo con la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO «la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias»4. Esto es la identidad.

Productos y artefactos

Una idea compleja de conceptualizar es que los productos y artefactos son representaciones de la identidad, pero no son la identidad. Es allí donde generalmente se produce conflicto. La música que vivimos en nuestra cotidianidad hace parte de nuestra identidad, pero el concierto es un producto y el cd (para los viejitos) es el artefacto. No siempre es tan fácil de diferenciar cada elemento. En un restaurante el tipo de comida hace parte de la identidad, pero la comida servida es un producto y el plato es el artefacto.

Expresión

Otro tanto se puede inferir de la expresión cultural. Cada vez que un actor sale a escena, está construyendo un producto. Es decir, una vez sale de la fuente, le pertenece a quienes lo reciben, sin detrimento de los derechos de autor.

El negocio cultural

En consecuencia, de estos cuatro elementos, podemos inferir: el comportamiento y la identidad son inherentes a los sujetos y a sus comunidades. Les son propios y nuestra tarea es lograr que perduren en cuanto son distintivos de una sociedad particular. En la identidad está nuestro patrimonio. El comportamiento puede tener variantes de modelos de mundo que no son deseables y para los cuales tenemos procesos educacionales que permitan la convivencia y el desarrollo social. Y lo que debe quedar muy claro, es que, si bien las personas por sí mismas son objeto de la economía, ni la identidad ni el comportamiento deben ser sujetos comerciales, so pena de distorsionarlos y de degradarlos. Es aquí donde es en extremo valiosa la labor de los gestores culturales como guardianes de la identidad. La identidad no es negociable.

Lo mismo no ocurre con los productos, artefactos y la expresión cultural. El artista no vive del aire, debe comer. Los costos de existir son bastante altos. El conseguir el dinero para la tributación y el mercado se convierte en una batalla cotidiana y es en estos productos, artefactos y expresiones en los cuales el artista y el creador tienen la posibilidad de generar rendimientos económicos. Además de entregarle un valor a las sociedades, la tarea es el mejoramiento de las condiciones de vida del artista y, en general, del creador cultural.

Cuando tenemos este tipo de claridades, es un punto de inicio de la conversación en su justa medida entre el gestor cultural y la empresa creativa y cultural. Está muy claro que los límites son difusos y que en ocasiones se deberán compartir los espacios. Sabemos que tendrá un conflicto quien se deba convertir en un empresario cultural siendo en esencia un gestor cultural. Aunque en sí mismo la división no tendría sentido, lo tiene para quienes sostienen que la cultura no es un negocio. Y es cierto, la cultura entendida como identidad no es un negocio. El negocio son los productos culturales y se pueden tener productos culturales sin renunciar a la identidad. Con esto último también se debe tener cuidado. El negocio no debe distorsionar la identidad. Esto lo debe tener claro el empresario cultural quien tendrá la tentación de realizar cambios con el objeto de que estos productos se vendan más. Los cambios son posibles sí y sólo sí son provenientes de una concertación con el gestor cultural y el artista. Se dará cuenta de que este escrito no está completo ni lo dice todo, es un punto de partida, para la discusión que ya se está dando y que esperamos que se dé, se profundice y se logran consensos. Y como siempre, la idea es aportar.

Wilson Garzón Morales

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